viernes, 30 de mayo de 2014

Las cámaras Nopo: artesanía y sostenibilidad vs. digital




Lo digital ha transformado la fotografía para siempre.  Nunca ha habido más  imágenes que ahora, todas ellas inmediatas:  producidas, vistas y compartidas en el momento. Las cámaras estenopeicas artesanales y sostenibles de Nopo proponen el regreso a los principios de la fotografía. Aquí lo “vintage” no está en el filtro que le aplicas a tu foto sino en todo un proceso que requiere tiempo y paciencia e introduce en la fórmula lo inesperado. ¡Analógico versus digital!

Ya no hacemos las fotos como antes ni las hacemos por los mismos motivos. La fotografía digital lo ha cambiado todo y no hace falta más que colocarse estratégicamente ante un monumento local - uno de esos ante los que todos los turistas tienen, necesariamente, que fotografiarse - para comprobarlo. La foto se hace, se comprueba y se repite si no recibe el aprobado de sus protagonistas. En caso de aprobación, se pasa por un filtro (pre-programado) y es compartida inmediatamente en redes sociales. No vamos a entrar aquí en otro de los grandes fenómenos de la fotografía personal moderna - la influencia revistera-celebrity en los posados - porque daría para un extenso estudio, pero sí en la esencia instantánea de la fotografía de hoy. No hay espera, no hay incertidumbre, no hay preparación ni azar.


Las cámaras Nopo proponen el más elemental sistema de fotografía, la estenopeica, con sus cámaras pinhole hechas artesanalmente siguiendo unas estrictas pautas de sostenibilidad (materias primas certificadas y de comercio local). En su taller de La Latina (Madrid), Antonio Cañadas fabrica la cámara idónea para el que quiera vivir una experiencia completamente distinta de fotografía. Sin botón de disparo ni visor, lente u objetivo, y sin electricidad, hacer fotos con ellas requiere tiempo y exige que dejes lugar al azar, porque aquí es poco lo que puedes controlar. Es casi como volver a los tiempos pioneros de la fotografía, a principios del siglo XIX porque, en realidad, estas cámaras se parecen mucho a la que usó Nicéphore Niépce en 1826 para crear la primera fotografía registrada de la historia. 

Vista desde la ventana en Le Gras, Niépce

Por ahora la producción es muy pequeña, pero si la demanda es razonable las Nopo podrán estar en puntos de venta dentro de poco. Por ahora, puedes contactar con Cañadas a través de su web Nopocameras. 

miércoles, 28 de mayo de 2014

El artista urbano Paulo Ito crea la primera imagen viral del Mundial Brasil 2014


A quince días del partido inaugural del Mundial de Brasil, el país latinoamericano vibra pero no con el fútbol sino con las protestas sociales contra el gasto excesivo del Estado en los juegos y contra el realojo de los habitantes más desfavorecidos para lavar la cara a sus ciudades. En ambos casos, como siempre, pagan los mismos como ilustra este graffiti de Paulo Ito que se ha hecho viral. Es la imagen que alude al Mundial más compartida en las redes sociales y plasma el sentimiento que ha levantado a muchos en el país: que el gasto lo pagarán las políticas sociales que necesitan muchos y que la prometida ganancia será para unos pocos.

Ito nunca imaginó que su nombre viajara tanto como ha viajado desde que terminara su mural el pasado 10 de mayo y su foto se colgara en la web de la revista Slate. A partir de entonces, este grafitero algo conocido en el ámbito del street art brasileño pero tampoco demasiado "porque pinto muy cerca de casa y tengo poca difusión" y porque, alega, en su país gustan los grafitis más plásticos y con menos contenido, alcanzó notoriedad a nivel global. Su niño hambriento llorando frente un plato en el que no hay comida sino un balón de fútbol ha ilustrado un sentimiento popular y local pero compartido y/o entendido por muchas personas de todo el mundo. La localización del grafiti también tiene un mensaje poderoso: una escuela del barrio de Pompeia, una zona de clase media y no una favela. ¿Por qué? "Hace dos años pinté en un edificio [abandonado] y estaba pensando en pintar algo sobre la pobreza, pero cuando entré cambié de opinión", explica Ito. "Ellos ya viven lo que yo pretendía pintar". Además, añadimos desde aquí, de la clara advertencia a una clase media cada vez más empobrecida y viviendo en una progresiva precariedad.


Puedes contactar directamente con Paulo Ito en su página de Facebook, desde la que contesta con toda naturalidad a quien le pregunte, desde periodistas a fans, sobre cómo se ha tomado esta fama repentina tras 14 años pintando las calles de Sao Paulo: "La gente ya tiene el sentimiento y esta imagen condensó ese sentimiento", dice con humildad.

Más murales de Paulo Ito






martes, 27 de mayo de 2014

Mary Ellen Mark: fotografiando los márgenes de la sociedad



“Fotografiar el mundo tal y como es porque no hay nada más interesante que la realidad”, ha sido siempre el objetivo de la estadounidense Mary Ellen Mark (Philadelphia, 1940), uno de los grandes nombres del fotoperiodismo que nos ha proporcionado impactantes imágenes de la marginación. Entre ellas, retratos brutales de las víctimas más inocentes de la desigualdad: los niños.

El trabajo de esta fotógrafa ha ilustrado durante décadas las páginas de cabeceras tan importantes como Life, Rolling Stone, Vanity Fair y The New Yorker. Defensora a ultranza del blanco y negro y crítica acérrima de lo digital (“Ahora las imágenes se crean en post-producción con el ordenador. Eso no es fotografía”), Mark siempre ha dirigido su lente hacia los problemas de la sociedad, tratando temas sociales como la exclusión social, la soledad, la adicción y la prostitución. Ella misma reconoce su fascinación por “la gente que vive en los márgenes. Siento afinidad con las personas que no han tenido las mejores oportunidades en la vida. En realidad, lo que quiero hacer es reconocer su existencia”.


Los retratos escogidos aquí fueron realizados entre finales de los años 80 y principios de los 90 en Estados Unidos y muestran una realidad terrible de pobreza, exclusión, violencia y desamparo de unos niños y preadolescentes americanos.  Son unas imágenes serenamente bellas y, al mismo tiempo, brutales de unas vidas desprotegidas en la que la niñez no supone el derecho a la inocencia como debería ser. “Siempre he sentido que los niños y los adolescentes no son “niños”, son personas pequeñas”, dice Mary Ellen Mark. Desde luego, sus imágenes sustentan esa idea. Personas pequeñas en circunstancias que le quedarían demasiado grandes a cualquiera mucho mayor que ellas.







Fotos: Mary Ellen Mark

lunes, 26 de mayo de 2014

I fought the law 2: las fotos que ridiculizan las leyes más absurdas de EEUU



En Oregon hay una ley que prohíbe que pruebes tu fuerza física mientras estás conduciendo; en Tennesse es ilegal vender troncos de madera que estén huecos y en Utah te multan si andas por la calle con un violín metido en una bolsa de papel, mientras que en Rhode Island y en Kansas lo ilegal es, respectivamente, llevar ropa transparente y servir el vino en taza. Estas son algunas de la leyes estatales más bizarras que la fotógrafa Olivia Locher ha plasmado en su serie fotográfica I fought the law.







Si quieres ver más fotos de la serie, te recomendamos nuestro post anterior sobre I fought the law.


martes, 20 de mayo de 2014

Flying Dodos lo ha vuelto a hacer

Flying Dodos lo ha vuelto a conseguir. Esta vez se trata de una aplicación interactiva que nos explica el concepto de democracia participativa; y lo hace, como siempre de forma divertida y didáctica. Ánimo! Prueba, toquetea, que es gratis.

Fuck for Forest: Porno-activismo

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

lunes, 19 de mayo de 2014

Hungry planet: la desigualdad sobre la mesa





El más básico de los comportamientos humanos – lo que comemos – es lo que investigaron Peter Menzel y Faith D’Aluisio en su proyecto Hungry Planet que pone sobre la mesa, sin trampa ni cartón, la desigualdad que existe en el mundo mediante imágenes que retratan a la familia media con la comida que consumen a lo largo de una semana. 

El proyecto llevó a los autores a 24 países para retratar a familias típicas de cada uno de ellos con su compra para una semana. Reunidas en el libro Hungry Planet: What the World Eats y vistas una tras otra, junto a los datos económicos de la cesta de la compra de cada famuilia, se convierten en un auténtico despierta-conciencias que nos hace reflexionar, y mucho, no solo sobre las desigualdades en los presupuestos (desde los 79 centímos a los 345 €) y en las calorías, sino también en el coste ecológico de la forma de comer del llamado "Primer Mundo". En un momento en el que prestigiosos economistas como Thomas Picketty y admirados pensadores como Zygman Bauman, entre otras muchísimas voces, hablan de un futuro precario en el que se acentuarán las desigualdades no solo entre Primer y Tercer Mundo, sino también dentro del Primero y vivimos también con la incómoda verdad de una crisis medioambiental, revulsivos como éste son muy necesarios para hacernos actuar. Como buenamente podamos.

Hemos elegido tan solo diez familias como muestra de lo que puedes encontrar en el libro, que está disponible en Amazon.


Familia Sturm (Hamburgo Alemania): 253,29 €.


Familia Ottersland (Giettum, Noruega): 379,41 $


Familia Ukita (Kodaira, Japón): 317,25 $


Familia Aboubakar (Campamento de refugiados de Breidjing, Chad);: 1,23 $


Familia Revis (Carolina del Norte, EEUU);: 341,98 $


Familia Casales (Cuernavaca, México): 189.09 $


Familia Ahmed (Cairo, Egipto): 68,53 $


Familia Namgay (Shingkhey, Bután): 5,03 $


Familia Bainton (Clingborne, Gran Bretaña): 253,15 $


Familia Natomo (Kouakourou, Mali): 26,39 $

Fotos: Peter Menzel





lunes, 12 de mayo de 2014

¿El ocaso del shopping mall?: Black Friday de Seph Lawless


Eran los templos del consumo de masas y, al mismo, tiempo la plaza del pueblo en un estilo de vida alienada y materialista que priorizaba lo material sobre lo personal. Su ocaso se debe, desgraciadamente, a la crisis, pero también puede ser interpretado como un símbolo de una nueva forma de vivir en la que, valga la redundancia, la calidad de vida no se centre en lo material.


Para Seth Lawless, autor del libro Black Friday: The Collapse of the American Shopping Mall, estas fotografías de dos centros comerciales abandonados en su ciudad natal. Cleveland (Ohio) tenían un objetivo: “enseñar al mundo una cara diferente de América. Una cara vulnerable. Creo que un centro comercial abandonado es un símbolo de la decadencia económica de América y un indicativo muy claro de lo que ocurre cuando ciudades como Cleveland sufren una pérdida masiva de población a causa de la pérdida de empleos en la industria”. La ciudad ha perdido en los últimos años la mitad de la población si se comparan las cifras con las de mediados de los años 70 cuando se inauguró uno de los centros retratados: el Randall Park Mall por entonces el más grande del mundo con más de 5000 empleados.


Aunque suene a día de desplome de la Bolsa, el acontecimiento que titula el libro de Lawless es, sin embargo, una celebración del consumismo más salvaje. El viernes negro, celebrado después del día de Acción de Gracias, da el pistoletazo de salida de las compras navideñas con suculentos descuentos para los compradores más previsores y madrugadores, que hacen largas colas a las puertas de los centros comerciales para aprovecharlas. Las Navidades son, por excelencia, una de las tradiciones que más se identifican actualmente con el consumo. Pero no es la única. Si lo pensamos bien, ¡hay tantas cosas que asociamos con el consumo!, incluidas no solo nuestra diversión, sino también nuestra felicidad, satisfacción o incluso valía…


Que el materialismo nos ha hecho infelices se demuestra científicamente:

Sin embargo, recientes estudios científicos demuestran que lo material no solo no nos dado la felicidad sino que nos ha hecho infelices. Estudios que van más allá de lo que todos ya sabemos o de “los ricos también lloran” como los que el psicoterapeuta Graham Music  reúne en su libro The Good Life: Wellbeing and the New Science of Altruism, Selfishness and Immorality. Music confirma, a través de datos reunidos por científicos en estos últimos 40 años que los materialistas tienden a ser infelices, aquellos que prioricen los bienes materiales seguirán siendo infelices y que el mercado se alimenta de infelicidad. Entrar en su juego es, por tanto, muy lucrativo para el mercado y muy mal negocio para nosotros.


Saltando del hedonic treadmill:

Seguir subidos en los que los especialistas han llamado muy gráficamente el hedonic treadmill (más o menos cinta corredora hedonista) es muy mal negocio para nosotros en una coyuntura en la que debemos disociar satisfacción y consumo por dos motivos: por nosotros mismos y por el planeta. El consumo masivo de las últimas décadas fomentado por un mercado muy hábil en crearnos nuevas necesidades que no son eso sino deseos también hábilmente disfrazados de necesidades es, desde luego, inviable en nuestras nuevas circunstancias laborales, económicas y de crédito. Pero también es poco deseable para un planeta que consume, al año, un 23% más de las reservas de lo que debería y no sabe literalmente qué hacer con todos los deshechos que producimos.


Materialismo VS Ecología:
No creemos que nadie se sorprenda al leer las consecuencias del estudio realizado por Tim Kasser, profesor de psicología en Knox College (Illinois) que determina que si lo que amas son los objetos materiales amarás menos a las personas y, por ende, al  planeta. La conexión entre el crecimiento del materialismo y la indiferencia hacia la ecología no es pura coincidencia, como tampoco la conexión entre el materialismo y la desigualdad o la desconfianza hacia los demás. El dinero, para Kasser, no solo embrutece sino que puede ser una auténtica droga paranoica. Music coincide:  “Aquellos con valores más materialistas tienen peores relaciones y con mayores conflictos”. Y advierte que, en contra del sentido común y de la realidad, “Esto puede ser significativo si se confirma el giro hacia valores más materialistas en Occidente”.  ¿Aún más? Que no se diga que no estamos advertidos.
Fotos: Seth Lawless (www.sethlawless.com)

jueves, 8 de mayo de 2014

Cohousing: vivir en comunidad


El cohousing nació en Dinamarca durante la década de los 60 para luchar contra la alienación de las grandes ciudades con una propuesta de vida comunitaria que potencia tanto lo común como lo privado. Esta idea vuelve ahora con fuerza y con un nuevo significado en esta sociedad en crisis no solo social y económicamente sino también en lo medioambiental. Ahora, en el siglo XXI, este tipo de vivienda colaborativa se puede convertir en una opción que resuelva muchos de nuestros problemas. 

Olvida los tópicos de las comunas hippies, olvida los hare krishna-hare rama, olvida las vestimentas tie-dye, olvida el amor libre... porque un cohousing no es eso. Se trata de unas viviendas colaborativas que recuerdan más a un pueblo que a una comuna. Un pueblo diseñado, además, entre todos sus habitantes y regido de forma asamblearia entre todos ellos. Pero, además, una forma de vivir en comunidad, conociendo y apreciando al prójimo,compartiendo trabajos y dividiendo reponsabilidades y, además, de forma mucho más barata y ecológica. Y quizás también más feliz porque el ser humano lo es mucho más cuando está conectado con otros y cuando aporta al bien común.

Cada cohousing está diseñado y organizado tal y como desean sus componentes que participan en todo el proceso desde sus inicios. Es decir, el diseño es el que sus habitantes quieren, así como también los servicios comunes son los que cada colectivo quiere. No hay una idea preconcebida, nada está prefabricado: está todo por hacer en aras del bien común y del individual. Por eso es tan importante que los habitantes participen del proceso de creación desde el principio, de esa manera se garantiza que todo el mundo esté satisfecho y también que la comunidad esté bien consolidada antes de que comience la convivencia.

La estructura esencial de una vivienda colaborativa como ésta es la siguiente: casas individuales alrededor de una "casa común" con servicios, por ejemplo, de lavandería, biblioteca, zona de juegos, guardería e incluso comedor. Los servicios comunes hacen posible que las casas sean más pequeñas, y la vida en comunidad permite que se compartan las labores diarias... Familias monoparentales que encuentran apoyo en los vecinos, niños que se crían con otros niños o con abuelos "postizos" que se sienten útiles y, a la vez, cuidados por los demás.  La vida en un cohousing puede tener muchas ventajas siempre y cuando estés dispuesto a involucrarte.

La idea se entiende muy bien en este vídeo del cohousing Belterra (Vancouver, Canadá). Empieza con una pregunta sencilla pero rotunda "¿Qué es un hogar?" y la pequeña que hace las veces de narradora nos introduce en una casa diciendo. "Esta es mi casa. Hay algunas habitaciones de la casa que usamos mucho, hay cosas que usamos mucho. Hay otras habitaciones que usamos poco, hay cosas que no usamos casi nunca". Así de sencilla es la explicación de un cohousing: una casa en la que tienes lo que usas y lo que necesitas, porque todo lo demás está compartido. Puede parecer un cuento de hadas pero no lo es. Es una realidad y una opción.



Más combativos son los testimonios de los habitantes de LILAC (Low Impact Living Affordable Community) en Leeds (Reino Unido) en este vídeo que muestra todo el proceso del proyecto. Se habla de compartir, desde luego, pero también se reivindica la sostenibilidad,  el derecho a tener una vivienda digna y, sobre todo, libertad. Como dice una de sus habitantes: "es una de las maneras en las que la gente normal podemos elegir cómo vivir".


LILAC Cohousing Documentary from LILAC on Vimeo.

En España también han llegado los proyectos de vivienda colaborativa y curiosamente han sido los más mayores los más rápidos en abrazar la tendencia (¡viva los coolhunters y trendsetters de la tercera edad!). Housekide, en Donosti, es un buen ejemplo.